jueves, 17 de noviembre de 2011

Fluir


“Quería un final perfecto. Ahora he aprendido, por las malas, que algunos poemas no riman, y que algunas historias no tienen un claro comienzo, desarrollo y final. La vida va de no saber, de tener que cambiar, de aceptar el momento y hacer lo mejor de él, sin saber qué va a ocurrir después”~ Gilda Radner



Hay un día en la vida de un buscador en que una lucha se termina. Es en ese preciso instante en que te das cuenta de que no hay otra forma de vivir más que la de caminar a través el miedo. Has de dar el siguiente paso, a pesar del miedo, simplemente porque quedarte atrás no es una opción, y ni siquiera sería vivir. La vida son las tempestades y la calma, el sol y la luna, los misterios y lo obvio. La vida es aquello que llamamos mundo, más allá de nuestro control. Es el día en que te rindes a lo que Es, y entonces lo que Es se vuelve increíblemente intenso, porque acabada la lucha tu mirada puede descansar, y se posa en los detalles de la vida, y te das cuenta de que la Vida brilla por todas partes… en todo lugar. No lo habías visto sólo porque estabas luchando para que el mundo fuera como tú lo deseabas, no querías nada si no era todo… y por el camino te perdías la magia.
Es sólo desde la aceptación de lo que Es, aquí y ahora, desde donde podemos caminar hacia donde nos lleve nuestro corazón, sin lucha, sin drama, con serenidad. Más allá de nuestro miedo a la oscuridad, hay luz. Más allá de dolor y más allá del placer, hay un lugar; ese lugar es tuyo. Y es en ese lugar donde reside tu poder, pero para encontrarlo has de pasar, necesariamente, por el presente que fluye y aprender a fluir con él. Dejar que venga lo que tiene que venir, dejar que se marche lo que se tiene marchar. Respirar en el ahora lleno de infinitas posibilidades. Eso es vivir.
(Imagen: Leuntje)

martes, 8 de noviembre de 2011

Autosabotajes



Cuando nos decimos que no. Cuando huimos de lo que más queremos. Cuando nos exigimos una perfección inalcanzable. Cuando nos castigamos sin remedio por una culpa que desvanece en el infinito de nuestra historia pasada. Porque cuando más vulnerables éramos, alguien nos dijo: eres malo, tonto, torpe, no sabes, no puedes, mira lo que me has hecho, así nunca te saldrá… palabras grabadas en nuestro inconsciente, en aquel lugar de nuestra psique donde escondemos las cosas que no podemos enfrentar. No es ningún secreto: todos queremos amar y ser amados, porque para eso estamos programados desde que nacemos, y no en vano la vida usa el amor para reproducirse. Pero por el camino alguien nos da a entender que no merecemos ese amor, porque hemos hecho algo mal, o de otra manera, que no encajamos, que no somos lo que deberíamos ser… alguien a quien alguien le dio a entender lo mismo y que descarga en nosotros sin saberlo su propia frustración. Somos pequeños, no podemos soportar sentirnos indignos, y lo enterramos. Y ahí se queda ese sentimiento no enfrentado, molestando el resto de nuestra vida, mientras nuestro enjuiciador interno se encarga de reforzar la idea de que hay algo que no está bien en nosotros, que tenían razón quienes con sus palabras nos juzgaban. Por un lado el pensamiento, con el que puedes dialogar, pero por otro el correspondiente sentimiento enterrado que no podemos enfrentar; los dos están disociados, y todo se va liando poco a poco.
Así, vas autosaboteando tus sueños, aparcando momentos porque no es el momento, perjudicándote con cosas que sabes que te sentarán mal, cargándote con responsabilidades que no te dejan disfrutar… Y no sabes por qué, pero se repite. Quizás un día te descubras diciendo que no a lo que más deseas en tu vida. Puede que huyas perplejo sin entender nada, o puede que ese día decidas preguntarte por qué. Y todo cambie. Puede que entonces conozcas tu sombra, aquello que te dijeron que era tan terrible de ti, y tú creíste, aquello que se fue realimentando con cada tropiezo, con cada fallo, con cada angustia. Y puede que al conocerla te des cuenta de que no hay día sin noche, que todo forma parte de todo, que la vida es un bello camino de aprendizaje, y que mereces vivir lo que quieres vivir.
El día que aceptes tu sombra, que comprendas por qué está ahí, cómo nació, y cómo ha proyectado tu camino en lugar de ser ella la proyectada… ese día, podrás mirar al mundo y decir:”quiero aportar mi luz, porque la tengo, y ya no tengo miedo de brillar”. Y entonces asistirás al cambio, al espectáculo mágico que es la vida, y sólo querrás amar, porque ya habrás aprendido que cuando te sientes digno de ser amado, lo eres sin más.

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