“¿Estás cansado? No importa, si te tomas estas bebida energética puedes seguir”. Parece el eslogan de la vida moderna. Descansar, darle espacio al cuerpo se toma como algo totalmente secundario… hasta que el cuerpo empieza a protestar seriamente, claro, porque lleva aguantando años un ritmo absurdo. Entonces si te duele la espalda, quizá encuentres un hueco en tu agenda para pasar por un spa o acudir a un masajista. Y luego… sigues, por supuesto. Dormir poco para ver la tele se suple con la ingesta de unos cuantos cafés diarios, que estimulan tu organismo para poder hacerse cargo de la vida llena de actividades. Cuantas más mejor. La ansiedad que conlleva el “no parar” ya aparecerá luego y se tratará con ansiolíticos (las estadísticas de ventas de ansiolíticos y calmantes son alucinantes).
Y el caso es que todo el mundo asume que ese ritmo de vida no es sano, pero parece estupendo llevarlo y aguantar. ¿Realmente es estupendo? ¿Realmente es lo que quieres? ¿Eres capaz de disfrutar? ¿Eres capaz de estar contigo mismo en ausencia de estímulos externos? ¿Te aguantas? ¿Te quieres? Es difícil querer a otros si no te quieres a ti mismo.
Quizás estemos totalmente equivocados y empecemos por donde no es, quizás disfrutar de la vida sea sentarse un rato contigo mism@, cerrar los ojos y sentir la dicha de estar aquí. Y quizás sea a partir de ahí donde tenga más sentido que empiece el resto. A lo mejor partiendo de ahí es más fácil tomar conciencia de lo que realmente quieres sin que te manipulen tanto la publicidad y los medios de comunicación en general. Encontrarte en medio del caos. Saber quién eres, construir tu propia opinión. Aprender a escuchar a tu cuerpo y respetarlo.
Pero para todo eso tienes que darte espacio para escucharte, espacio para ti, vacío de otras cosas. Nada más sencillo para ello que sentarte a meditar… Atrévete a escuchar tu propia voz y podrás bailar al son de tu propia música… está enterrada bajo melodías ajenas a las que han subido mucho el volumen, pero si prestas un poco de atención, la encontrarás, y poco a poco, sonará más fuerte, y te darás cuenta de lo bella que es. Te preguntarás cómo es posible que no la hubieses escuchado antes. Pero dará igual, porque la danza de la vida siempre es nueva, fresca y sólo espera una cosa: que bailes.
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