Placer y dolor, las dos orillas del camino por las que vamos dando tumbos, a las que nos empuja la corriente, hacia o contra las que remamos hasta caer exhaustos. Queremos aferrarnos al placer y olvidar el dolor. Sufrimos porque tememos que lo bueno acabe. Vivimos en una permanente angustia que no conoce otra cosa que el futuro y el condicional “cuando”… cuando ocurra esto sé que estaré más en esta orilla del placer, cuando ocurra aquello sé que me alejaré más de la del dolor… Y mientras, nos vamos perdiendo la vida, asiéndonos con toda nuestra fuerza a esa planta de la orilla del río en la que nos queremos quedar, y las manos se nos resbalan sin remedio porque el río de la vida sólo nos dice una cosa: avanza. Y la vida sólo es ahora.
Hay algo más allá del placer y el dolor. Hay algo más que tormentas de emociones que nos conducen hacia uno u otro lado. Si cierras los ojos y buscas tu verdadero Yo, encontrarás la dicha que no depende de ninguna de las dos orillas, que se maravilla ante las corrientes , que se regocija en el mero hecho de bajar ese río hasta el mar, que te otorga la serenidad de quien se sabe parte de la magia de existir. La marea de los acontecimientos nunca cesa, si no quieres acabar agotado por ellos, busca la serenidad dentro de ti. Está ahí y está ahora, y en ningún otro tiempo ni lugar.
(Imagen: Tom Curtis)